viernes, 9 de septiembre de 2016

IV Reconocimiento empresarial

 
Buenas noches:
Muchas gracias a todas las personas, representantes de asociaciones, comerciantes, empresarios/as, hosteleros/as que habéis venido hoy a este acto de Reconocimiento Empresarial.
La asociación “1523” este pasado mes de agosto hemos cumplido siete años y siempre quisimos apostar por participar en la fiestas patronales con un acto empresarial.
Así hace cuatro años decidimos que no había mejor reconocimiento que la longevidad en una actividad empresarial.

No os voy a negar que el trabajo de investigación es arduo para la junta directiva pero os aseguro que terminaremos escribiendo una historia comercial de Galapagar, como se van entrelazando todas las historias , anécdotas, curiosidades y a mi que aún no me han adoptado, que sigo siendo “forastera” me apasiona conocer cómo pese a la dureza del entorno, de todas dificultades perduran los negocios generación tras generación y ver con el orgullo que hablan de los vecinos, de las fiestas, de los negocios que existían a su alrededor, de como se ayudaban entre todos.

Este año nos vamos a La Navata a orilla del río Guadarrama a un negocio Hostelero con 67 años a sus espaldas que nace gracias al esfuerzo de dos personas Josefa Oterino San Román y Marcelino Greciano.
Aquí, para entender el origen de “ La idea del negocio, el estudio de mercado” voy a citar a Josefa Oterino en un escrito que realiza en septiembre de 2009 cuando contaba con 101 años.

Como Marcelino tenía que ir a La Navata todos los días porque estaban Calixto Berrueco y él construyendo la carretera que unía el pueblo con la estación decidimos irnos a vivir a La Navata. Los señores de Laborde nos ofrecieron quedarnos de guardeses en su finca de La Navata, esto debió de ser por el año 42 ó 43 porque Antonio, el segundo, nació ya en La Navata.
Mi marido tenía por aquella época mucho trabajo en La Navata dado que no había casi nada construido y la estación generaba demanda de nuevos hoteles y de las infraestructuras necesarias: la carretera y el puente sobre el río fue lo primero porque antes había que cruzar por unas tablas o bajar hasta el puente romano que pillaba muy lejos de la estación de tren.
La ermita era otra de las necesidades de los vecinos de La Navata, solíamos ir a la capilla de la finca de Los Rosales, poco más que una habitación; fueron unas señoras de Madrid, muy religiosas y con posibles las que pagaron la construcción de la ermita que encargaron a mi marido.
Otra necesidad básica era la luz eléctrica, sólo algunas pocas viviendas tenían luz eléctrica y las instalaciones no estaban preparadas, por eso Marcelino también recibió el encargo de construir el transformador de la luz, justo enfrente del bar, lindante a la finca de Portillo.
Nacieron las dos mellizas en el año 46 y en esto que a Marcelino se le ocurrió que, dada la nueva población que venía y más que serían, podíamos ampliar las fuentes de ingresos de la familia y la idea fue comprar un terreno cerca de la estación para construir una nueva casa y un bar – restaurante. Justo al lado del río había un terreno del ayuntamiento y Marcelino tuvo la oportunidad de comprarlo.
Empezamos por el restaurante porque no había más posibilidades, luego surgió un negocio no previsto, Marcelino cobró un dinero por la intermediación de la venta de los terrenos que estaban al lado de la estación, lo que actualmente es la urbanización El Molino de La Navata, que era de propiedad de un hombre llamado El Capitán, con esto pudimos construir nuestra vivienda encima del restaurante.
Dejamos la finca de los señores de Laborde y nos metimos en el negocio del restaurante, yo me encargaba de la cocina y Marcelino atendía a los clientes, pocos por aquella época. En verano también venían huéspedes a alojarse en habitaciones de nuestra casa, sobretodo familias con niños que no comían en Madrid y los traían a la sierra para que se les abriera el apetito con los aires del campo y los baños en el río Guadarrama.”

En los comienzos del Bar simplemente se servía vino y gaseosa. Todo había que ir a recogerlo a la carretera de la Coruña en burro, incluido el hielo que luego se conservaba en las fresqueras, ya que no existían las neveras.
Más tarde ya se servían cervezas.
Cuando construyeron el primer piso y su vivienda, alquilaban las habitaciones con derecho a cocina no solo a los veraneantes sino a los múltiples obreros que poco a poco hicieron las ampliaciones de las infraestructuras de la estación de la Navata y de la doble vía.
Como no puede ser de otra manera en el bar Marcelino ,único en la Navata en esa época, estuvo el primer teléfono público, era el punto de reunión, celebración de fiestas familiares….
Durante muchos años los “Reyes Magos “ repartían sus regalos en el Bar y la cabalgata de reyes partía de allí.

Carreras ciclistas, entregas de premios…..

La historia del restaurante es la historia de tres generaciones que hasta hace muy pocos años han estado juntas, compartiendo la ilusión, no solo de ver perdurar y prosperar un negocio sino construir el edificio tu mismo, formar parte de su entorno, ser parte activa del entorno socio-cultural.

Las veces que he hablado con David de la historia del Restaurante, siempre sale a relucir la Abuela Josefa, pero esto se repite una y otra vez con todas las personas que la conocieron.
Siempre dispuesta ayudar, desde una torcedura a un parto…
Y siempre la recuerdan a primera hora barriendo la terraza y trabajando…..

En este trabajo de investigación no solo hemos conocido un poco más la historia de una familia y su negocio, hemos aprendido muchas cosas de La Navata, visto cosas que aun pasando a diario no las veíamos.